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DIJO el presidente del Gobierno después de que se aprobara la ley que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo y les autoriza a la adopción de menores que España es desde ayer un país más decente. Y acudo raudo al diccionario de la Real Academia Española para conocer todas las acepciones de la palabra decente e intuir, quizás, a cuál de todas ellas se debe referir. A las primeras que aparecen me imagino que no: honesto, debido. Quizás a las que figuran a continuación: justo, digno, que obra dignamente. Y descarto, casi con seguridad, que aluda a un país de buena calidad o en cantidad suficiente, que son las últimas referencias. Centrémonos entonces en si España es más justa y más digna porque detrás de esta ley aprobada ayer por el Congreso también subyace un discurso de igualdad entre ciudadanos sea cual sea su inclinación sexual. Creo firmemente que se puede defender a fondo los derechos de los homosexuales y que el planteamiento de esta ley es un error. Había, sin duda, otros caminos y otras maneras y no era necesario llegar a una fractura tan profunda entre la sociedad. Me preocupa menos la división política, ya que en ambos bandos hay un punto importante de demagogia. Lo que me parece es que un debate de esta naturaleza no podía hacerse al margen de la sociedad y debían haberse tendido muchos más puentes.
